El capitalismo no tiene soluciones

Las conclusiones son tan evidentes que sólo el accionar violento, masivo y desesperado de los medios de desinformación del sistema están retrasando su comprensión por las más amplias masas. Es urgente un nuevo modo de organizar la producción y un nuevo sistema de distribución de la riqueza
Según el economista Theotonio dos Santos, el auge económico mundial se debe a la robotización y a la posibilidad de reproducir las mercancías a costo ínfimos. «Con la robotización y los nuevos materiales, los precios de los productos industriales bajan drásticamente, los gastos mayores están en las áreas de investigación y desarrollo, marketing, gestión.
Esta situación abre camino a la copia de productos a precios ínfimos. Los monopolios se ven frente a frente con una rebaja drástica de las barreras de entrada. Las nuevas potencias empiezan a amenazar los monopolios centrales de la economía mundial y los excedentes financieros conseguidos con los superávits comerciales substituyen a los poderes económicos que se pensaban totalmente estables.»
El fenómeno se da con extraordinaria fuerza en los nuevos mercados, que pasaron a competir con los mercados centrales, los cuales han comenzado a desestabilizarse. Sobre este asunto, el autor deja una reflexión inquietante: «Están aseguradas las condiciones para un boom económico de mediano plazo. Este es el periodo actual. Crecimiento económico con tendencias deflacionarias y caída de costes de inversión a nivel mundial. Desvalorización de la enorme masa de capital financiero acumulado en el periodo recesivo. Lucha creciente por el control de la economía mundial. Los que creen que un largo auge económico significa tranquilidad al contado están muy engañados».
La referencia está dirigida, sin dudas, a China e India, realidades emergentes de una potencialidad extraordinaria. Japón y los "tigres asiáticos" son socios menores por sus nulas posibilidades geopolíticas de convertirse en potencias hegemónicas. También debe pensarse en una Unión Europea que participe en esta carrera.
Este proceso de expansión económica requiere -o incluye necesariamente-mantener y aumentar los márgenes de beneficio del capital, conservando bajos los salarios, el nivel de ocupación y los precios de los productos de los países del Tercer Mundo. Ya no hay derechos sino rígidas y sacrosantas leyes del mercado. De eso se trata, de crear riqueza abaratando el trabajo y estrechando los márgenes de la distribución social. Esta es la forma de crear riqueza que tiene la globalización. Así lo reconocen un premio Nobel muy escuchado como Joseph Stiglitz, o los representantes de la poderosa banca de negocios estadounidense Lehman Brothers.
Lo explicó didácticamente Stiglitz, hace un mes en Madrid, en la conferencia de presentación de su nuevo libro "Cómo hacer que funcione la globalización": Según su análisis, los trabajadores chinos nunca tendrán el nivel salarial de los europeos. Por el contrario, los europeos no especializados ganaran dentro de poco tiempo como los chinos, asegura. Es decir, la expansión económica no va en beneficio de los trabajadores.
El auge de la economía mundial viene acompañado de una profundización de la injusta distribución de la riqueza, pero a niveles insostenibles. El enriquecimiento desigual a nivel mundial, a costa de bajos salarios, es creciente como reflejan los índices bursátiles. Hasta los propios agentes impulsores de la globalización financiera, perciben que es insostenible la situación. Uno de sus mentores norteamericanos, de la Lehman Brothers, decía en una conferencia, poco tiempo atrás: "Se están creando diferenciales de riqueza que probablemente no son tolerables a la larga y requieren alguna - no voy a utilizar la palabra redistribución porque no es una palabra bonita - pero sí algunos cambios, probablemente mediante el sistema fiscal en algún momento".
Después de dar este nuevo giro, volvemos al mismo punto de siempre: el problema de la distribución de la riqueza creada. Siempre el mismo y viejo dilema, el pecado original del capitalismo: producción colectiva, apropiación individual. El capitalismo no ha podido, no puede, resolver el problema de la ausencia de bienestar de la población mundial. Dejó de ser el motor revolucionario de la economía de los tiempos de la Revolución Industrial para convertirse en el causante de las peores calamidades y amenazas que padece hoy la sociedad humana.
El discurso de la globalización impuso la idea de la existencia de un dios mercado, incontestable, supremo, irremplazable, y ató la democracia burguesa a la suerte de este dios en base a la teoría del derrame. El progreso social sería, según este discurso, consecuencia del desarrollo exitoso del mercado; de lo contrario, la democracia se resentirá. Pero ¿puede haber democracia sin progreso social? Desde ya que no.
Las conclusiones son tan evidentes que sólo el accionar violento, masivo y desesperado de los medios de desinformación del sistema están retrasando su comprensión por las más amplias masas. Es urgente un nuevo modo de organizar la producción y un nuevo sistema de distribución de la riqueza.
Daniel C. Bilbao, periodista, escritor y coordinador general dela Asociación Internacional Diáspora Vasca (AIDV)
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